... cuando se trata de escuchar
Desde hace casi dos meses estoy rotando por Pediatría. Hoy he pasado parte de la consulta sola ante la ausencia inesperada de mi tutora. Hay dos pediatras por la mañana y dos por la tarde; en cada uno de los turnos, un médico se encarga de atender las urgencias, a días alternos, que surgen a lo largo de la jornada y además sus pacientes con cita previa.
Esta mañana ha sido especial.
Cuando apenas quedaban diez minutos para acabar la consulta, aparece en el ordenador el nombre de un nuevo paciente. En la puerta saludo a un adolescente de dieciséis años acompañado por su padre. Ayer y hoy había regresado, antes de la hora, del Instituto por dolor de abdominal y naúseas.
El padre deja explicar al hijo su motivo de consulta y me sorprende su atención a cada una de las preguntas que realizo, que inicialmente se centran en lo biológico. Durante la exploración física, el padre pregunta si toda la sintomatología puede deberse a "nervios". En ese momento, continúo explorando sin contestar y, al terminar, cuando explico que ésta es normal, el padre de nuevo insiste en si "puede deberse a nervios...".
Sentados en torno a la mesa, pregunto directamente si existe alguna razón para que el joven esté "nervioso". El padre mira al hijo y responde que "por el colegio". En ese momento recuerdo tus palabras de "deja hablar... y escucha"... Pido que me explique un poco más concretamente de qué se trata y existe un momento de silencio, de nuevo se miran y el joven baja la mirada aunque percibo que quiere hablar... Espero, aunque es difícil. El silencio, en ocasiones, pesa...
Con frases entrecortadas, al principio, padre e hijo construyen la historia. El joven tiene miedo porque en el Instituto un grupo de compañeros le señalan porque para ellos es homosexual y parece ser que no entra dentro de las reglas del juego. No le gusta jugar al fútbol, no bebe, no fuma… puntos secundarios que no favorecen la integración. Sin embargo, el tema principal de “sentirse solo y tener miedo” es porque le señalan como “homosexual”. En nuestra entrevista él no niega nada respecto a su sexualidad. Tiene miedo a una agresión, a sentirse solo, a no poder seguir estudiando si este tema le afecta…
Su padre entiende a su hijo y le explica que él debe seguir adelante sin avergonzarse de su sexualidad. Está preocupado.
Cuando nos despedimos, el padre nos agradece el tiempo dedicado para hablar el tema. Explica que él intuía que detrás de ese dolor y esas naúseas había algo más…
Me ha conmovido esta historia. No sólo basta con estar detrás de la mesa y atender. Hay que estar atento a todo: lo dicho y lo no-dicho. No sólo centrarnos en lo biológico: los dolores de cabeza, abdominales, el insomnio...
Y pensar que dejando hablar y escuchando puede cambiar la historia…
0 comentarios